¿Que es realmente la muerte?


Replanteamientos éticos y filosóficos que abre la criogenización.

Como lo reseñamos a lo largo de los entradas precedentes, la criogenización ha conseguido levantar, no sólo voces relacionadas con distintos estamentos científicos y sociales, sino que también ha puesto entre las cuerdas muchos conceptos filosóficos y éticos que hasta el momento se creían incuestionables.

Convengamos que para los investigadores y administradores de todas las instancias de criogenización, la muerte de una persona no se produce realmente cuando un médico declara la muerte clínica de ese ser humano. Aunque para la gran mayoría de los mortales, la vida de una persona se termina en el momento en que un médico no percibe pulso, para los practicantes de la criogenización, ese es el preciso momento en el que deben comenzar su trabajo de “mantener con vida biológica” a ese ser técnicamente muerto.

El fino y controvertido equilibrio entre “una clase de muerte y otra”, y la posibilidad de que, según los defensores de la criogenización, la persona no termine de morir nunca completamente por los efectos del tratamiento de criogenización, ha abierto nuevos y controvertidos interrogantes sobre qué es realmente la muerte. Para buena parte de las religiones y sus fieles, la muerte fue vencida por Jesús (enviado a la tierra por su padre, Dios), y ese triunfo salvó a la humanidad otorgándole el milagro de la vida eterna; pero esta muerte tiene la característica de ser incorpórea, carece de carne y hueso y está basada en el alma de los seres que abandonan la vida corporal.

Es esta misma concepción ampliamente reconocida y defendida por los sectores religiosos y sociales convencionales, la que afianza la idea de que más allá de que alguien esté mucho tiempo criogenizado, cuando se lo reanima, jamás contará con su “alma original”, la que cargó desde su nacimiento. Bajo esta lógica el ser reanimado no será más que “un nuevo invento”, un atisbo nuevo que no sabría quién es, dónde está y para qué está. Es por esto que la resucitación resulta imposible puesto que el alma se ha ido y la criónica no sería más que una nueva modalidad de entierro y un mecanismo prognósico.

Pese a esta postura unificada, se han conocido algunos pronunciamientos de representantes religiosos en defensa de las virtudes de la criónica en su función de recuperar la vida, de revivir a los seres humanos sometidos a dicho “tratamiento”.

Con respecto a esto, los pro-criogenización contestan que la verdadera “alma madre” de la persona es conservada y resguardada, por lo que no existe la muerte teórica de información, y por ende, la persona sigue manteniendo su esencia.

Contrariamente a esta máxima respecto a la muerte, aceptada como ley durante decenios y hasta hoy, para los pro-criogenización sólo existe la muerte legal pero no la corporal, por lo menos para los que pueden someterse a su tratamiento.

Uno de los más reconocidos incondicionales de la criogenización, Thomas Donaldson, ha levantado ampollas en buena parte de la comunidad médica tradicional, cuando declaró que la muerte basada en la parada cardíaca o el fracaso de las técnicas de reanimación es una interpretación puramente social y que implicaba simplemente un argumento para la justificación del abandono de pacientes moribundos.

Una interpretación entre líneas de las palabras de Donaldson, llevó a muchos a pensar que el científico estaba insinuando que la salud, tal cual está concebida, es una forma de eutanasia sutil y aceptada en silencio por todos los implicados, evidentemente, del campo médico.

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