Experimento criogenización: Tubo Dewar y nitrógeno líquido
El Tubo o termo Dewar, no es la única maquinaria necesaria para llevar a cabo un experimento de criogenización; indudablemente la conservación de un cuerpo dentro de dicha cápsula, requiere de un componente fundamental para alcanzar el frío extremo necesario para el mantenimiento de tejidos, células y órganos a lo largo del tiempo. Este componente no es otro que el afamado e hiper-utilizado nitrógeno líquido.
El Nitrógeno líquido es un gas inerte que desplaza el oxígeno y puede mantener temperaturas incluso muy por debajo del punto de congelación; es transportado en grandes cantidades y se lo utiliza para múltiples e importantes funciones, tales como preservar células de laboratorio, conservar y transportar alimentos, tratar y eliminar cánceres de piel, verrugas o hemorroides, entre otros.
No hace falta ahondar demasiado en la técnica de criogenización para asegurar que se trata de un proceso y un equilibrio tan delicado como complejo, y sobre todo, un auténtico generador de preguntas, no sólo para la gente desligada de la ciencia, sino para los propios ideólogos, creadores, gestores y administradores de dicha tecnología.
En este sentido, el único interrogante que está claramente respondido hasta el momento, es que no hay garantías por parte de los expertos, de que se pueda detener el deterioro de los tejidos y de los órganos a nivel molecular y celular en un estado de criogenización. Dichas lesiones se producen por el efectos de la congelación en la instancia de criogenización propiamente dicha, y por la isquemia, en los pocos minutos posteriores a la muerte legal.
Por esto, y por muchas otras reservas que veremos a lo largo de estos artículos, una proporción nada despreciable de la comunidad médica y científica es, hasta el momento, significativamente escéptica acerca de la efectividad de la técnica de criopreservación en el cumplimiento de su objetivo.
Hasta el momento no hay “pruebas objetivas” de que algún tratamiento de criogenización haya llegado al fin deseado, lo que no quita ni niega el hecho científicamente comprobado, de que la actividad cerebral puede detenerse y luego reactivarse bajo determinadas circunstancias clínicas. Este funcionamiento biológico del cerebro dota a los defensores de la criogenización de un argumento lo suficientemente fuerte como para insistir en la defensa de esta técnica, que para muchos, es más propia de una película de ficción que de la auténtica realidad de los mortales.
Sin embargo otro estímulo para los científicos pro-criogenización es que los resultados de los experimentos basados en la criogenización con animales como ratas y anfibios, tuvieron resultados positivos, y no ven porqué no puede ocurrir lo mismo con seres humanos. El contraste es que el organismo de estas especies y de muchas otras, aporta un anticongelante fisiológico a su sangre que no posee la sangre humana.
En esta línea, y dejando “puertas abiertas” a favor de las esperanzas de algunos, se pronunció durante una conferencia de prensa, el microbiólogo Vince Albertson, quien sostuvo que la criogenización, a finales de los años 20, se desarrolló de forma correcta y que ese antecedente ha facilitado mucho las cosas a los investigadores posteriores y actuales de las técnicas de criogenización. Sin embargo, a pesar de estas declaraciones, Albertson no aportó ningún ejemplo sobre casos contrastados de dicho éxito en los años 20.
Como se puede observar, a medida que la criogenización se va conociendo cada vez más, tanto los argumentos a favor como los que no lo están, no se hacen esperar para hacer patentes sus posturas respecto a la controvertida práctica.
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